Los pros y contras de los algoritmos en redes sociales
Cuando hace unas semanas se comenzó a comentar que Instagram crearía un algoritmo para organizar las fotografías según relevancia, cundió el pánico. Cuando, unas semanas atrás, Twitter insinuó que también podría acabar con el timeline cronológico, también (y #RIPTwitter fue Trending Topic). Y hace años, cuando Facebook comenzó a implementar su EdgeRank, más de lo mismo. ¿Por qué nos da tanto miedo que nuestros newsfeeds se ordenen por relevancia?
La respuesta la tenemos clara: porque las marcas perdemos el control sobre el alcance de nuestras publicaciones. Pero ¿esto del 2.0, de las redes sociales, no consistía en poner al usuario en el centro de la estrategia?
El objetivo de los algoritmos es mejorar la experiencia del usuario en una aplicación, gracias a que verá primero lo más relevante para él, y luego «el resto». Los algoritmos muestran a los usuarios lo que más les puede interesar según su comportamiento anterior. Como decíamos, esa es la esencia de la comunicación y el marketing digital: el usuario se convierte en el centro y protagonista de la comunicación; se trata de pensar y comunicar lo que a él le interesa, por encima de los intereses de la marca.
Pero claro, las marcas, aunque prediquen que su marketing de contenidos está pensado con el lector/seguidor como protagonista, no siempre cumplen su promesa. Muchas veces publican porque sí, porque toca según el calendario, o porque a su Director General le interesa dar visibilidad a algo estratégicamente relevante, pero que para la audiencia digital puede no serlo tanto.
PROS: ventajas de los algoritmos de relevancia
Los PROS están claros: los algoritmos de relevancia mejoran la experiencia de navegación de los usuarios. Si interactúan mucho con una persona (dan me gusta, comentan, comparten, retuitean…), el algoritmo valora un vínculo fuerte entre ellos y favorecerá que se muestren más sus publicaciones. Así que quienes están siguiendo a gran número de usuarios, algo que en Facebook ocurría con las páginas, pero en Twitter e Instagram también «se nos ha ido de las manos», podrán ver un newsfeed más limpio, más relevante y con menos publicaciones sin interés. Y se ahorran el tiempo que supone ir perfil a perfil haciendo unfollow a usuarios no relevantes.
Para las marcas, también hay un PRO claro: permiten analizar qué contenidos son los que realmente interesan a su público, ya que el éxito de un post (tweet o foto) no depende tanto de la hora de publicación como del contenido en sí. Si una temática interesa, si se comparte y comenta, su alcance crece. Si una temática no aporta valor al usuario, no se viralizará. Si un formato genera más interacción, habrá que explotarlo. Si otro pasa desapercibido, podremos analizar si merece la pena ese trabajo de elaboración. Y, así, el plan de contenidos podremos ajustarlo fácilmente a lo que de verdad interesa a nuestro target.
CONTRAS: por qué las marcas odian los algoritmos
Para los usuarios, un CONTRA puede ser que un algoritmo al fin y al cabo es un robot; es decir, que no porque no suelas interactuar con una persona/marca no significa que no quieras ver ninguna o tantas publicaciones suyas. Más bien puede ser por dejadez. Quizás el robot no sepa interpretar lo que de verdad es relevante para ti.
Pero en general la mayoría de los CONTRAS afectan a las empresas, a las marcas en las que cunde el pánico por la potencial pérdida de alcance que sufrirán las publicaciones. Porque perderán alcance, sobre todo si en Instagram se aplica un algoritmo con el de Facebook, que hace que orgánicamente sea difícil superar el 20% de fans alcanzados.
Pero ¿realmente perderemos siempre alcance si se implementa un algoritmo? En el caso de Twitter no está tan claro: los datos de visualizaciones reales de los tweets suelen ser muy bajos en comparación con el número de followers, mientras que los tweets que aparecen destacados en «Mientras tú no estabas» permiten volver a impactar a los usuarios con los que más nos relacionamos y a los que nuestras publicaciones no han llegado de forma cronológica. El tiempo de vida de un tweet, cronológicamente hablando, es muy bajo (de apenas unos minutos, ¿una hora quizás?). Mientras que la relevancia favorecerá a que los tweets más destacados no estén sujetos a la tiranía del tiempo.
Entonces ¿ahora qué hacemos?
Después de los ríos de tinta y memes que circularon ayer con la polémica de activar las notificaciones en Instagram, creo que todos lo tenemos claro: NO es una buena elección activar las notificaciones. Y no es algo nuevo: también Facebook y Twitter permiten activar notificaciones de personas destacadas. Si alguna vez las habéis usado, seguramente las desactivarais poco tiempo después, ya que resulta muy molesto recibir una notificación cada vez que alguien publica algo. Una o dos personas se puede gestionar, pero recibir notificaciones de «todos los usuarios que nos interesan» es un sinsentido.
Lo que ahora nos toca a las marcas es, en primer lugar, esperar a que efectivamente se confirme que va a haber un algoritmo tanto en Twitter como en Instagram, porque por ahora corren tan rápido las noticias de su implementación como sus desmentidos.
Y, después, si se llega a implementar, tocará sacar la hoja de cálculo y medir, optimizar, pensar de verdad en lo que está interesando a nuestro público objetivo, y crear una verdadera relación con ellos basada en la relevancia y el interés.
No será fácil. Nadie dijo que lo fuera. ¡Pongámonos manos a la obra!
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