Habrá muchos que no la conozcáis, pero para los amantes de la ropa urbana de lujo, Supreme es casi una religión.

La creó el británico James Jebbia en 1994. Este inglés emigrado a Nueva York conocía muy bien el mundo del skate y todo lo que conlleva ser un skater cool: gastar cifras desorbitadas en ropa y tablas. Así que no se lo pensó dos veces, y decidió crear una marca, donde la gente se parta la cara por una camiseta y con un logo. Un logo icónico, reconocible y … plagiado. Se «basó» en los cuadros de la artista Barbara Kruger, la cual no ha recibido un duro por ello.

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Ya con la marca bajo su brazo, tuvo la genial idea de crear ediciones limitadísimas de cada prenda para que la demanda superase a la oferta, y cada camiseta fuera objeto de deseo. Tan objeto de deseo, que cada vez que saca una nueva colección se forman colas kilométricas en sus tiendas. Bueno, hay que decir que sólo hay tiendas en Nueva York, Los Ángeles, Londres y alguna en Japón. Las prendas se agotan en minutos, y entonces, empieza la guerra de precios en Internet.

La marca ha creado piezas en colaboración con artistas de la talla de George Condo, Takashi Murakami o el famoso fotógrafo Terry Richardson y con marcas como Nike, Vans o The North Face. Un sólo monopatín con los puntos de colores característicos del artista Damien Hirst se llegó a vender por 7.500 dólares. Pero esto no es todo.

Hay un capítulo de Mi Extraña Adicción, serie de documentales con historias surrealistas, donde un joven ha tuneado su coche para que luzca el logo Supreme, no se acuesta con su mujer a no ser que se vista de la marca de arriba abajo y tiene tatuado en sus piernas diez productos de la marca.

En un artículo del New Yorker, la realidad supera a la ficción, y cuenta la historia de un chaval que vive exclusivamente de revender artículos Supreme y alguna que otra marca. La técnica es sencilla, ya se ha visto en más de una ocasión para adquirir un iPhone: paga 50 dólares a un niño para que haga la cola, compran muchos productos sin llamar demasiado la atención y la revende en su tienducha con localización secreta del Chinatown de Manhattan. Vende gorras por valor de 600 euros. El negocio le va bastante bien, de hecho afirma tener su propio chófer.

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Pero Supreme suma y sigue, un clásico de la marca es coger el logo de una empresa conocida y reapropiárselo sustituyendo el texto pero manteniendo el diseño. Algunas marcas reclaman su parte, pero no les interesa llevarles a juicio por 200 camisetas. Es Supreme, asumes y callas. Pero esto no lo entendió la artista Leah McSweeney, creadora de la marca Married to the Mob: elaboró una serie de camisetas con el logo «Supreme bitch» en blanco sobre rojo, Jebbia la llevó a los tribunales, aunque todo se zanjó tras un acuerdo en el que la diseñadora podría seguir usando las palabras «Supreme Bitch» pero no en la tipografía Futura Heavy Oblique, característica de la marca, pero creada por Barbara Kruger.

Así, entre plagios y ventas exclusivas, Supreme se ha situado en el top of mind de su público: ¿harías horas de cola en una tienda para comprarte una gorra de cualquier otra marca?